La música que no quiero oir...

La vida es dura, y al decir esto no he descubierto América. Nos movemos por ella en un mar de emociones que nos llevan a la deriva. Sin importar esto (o quizá por esa razón) los seres humanos inventamos un aliciente para aumentar las emociones: La música. Interpretadas o puramente instrumentales, hay melodías o canciones que nos hacen regresar a momentos que de otra manera habríamos dejado guardados bajo siete llaves en el baúl de los recuerdos.

Empecemos por esos temas que te recuerdan a ese familiar que ya partió a mejor vida, en mi caso específico, a mi abuelo. Hay canciones que al escucharlas me traen de vuelta las manos vigorosas del anciano patriarca, es algo cósmico como el oído puede estimular los otros sentidos, pues casi lo puedo ver, tocar y hasta es posible sentir en mis manos el cabello ondulado de mi abuelo en sus últimos días.

Están también esas canciones que ya casi nadie escucha, esos viejos temas con nombres graciosos y ritmo pegajoso, de recordar la letra nomás no puedo evitar una risa cómplice, quién no ha querido poner una canción así en su cumpleaños y ver a sus abuelos y tios bailando al son de canciones de letra irreverente y música elaborada.

No podemos dejar de lado tampoco a las canciones infantiles de la época de Xuxa. Canciones que añoramos con melancolía cada vez que vamos a una fiesta infantil y vemos a nuestros sobrinos o primitos bailando al ritmo del reggeaton. Y es que quién no anhela sus momentos de infante, cuando querías ser grande y pensabas que podías cambiar el mundo, y que sí, algún día volarías como Superman. O que quizás algún día, sin querer, encontrarías un mundo escondido detras del viejo armario de la abuela.

¿Por qué a veces es triste recordar eso? Pues porque no puedes volver a soñar así, ya sabes que los únicos que pueden cambiar el mundo no piensan hacerlo, y que no solo se derrite el hielo de la nevera, sino también el de los polos. Y bueno, te enteraste que Superman era un mito y que varios chiquillos se habían roto el brazo intentando volar y que yo sepa hasta ahora nadie lo logró. Creo que es una forma de muerte, pasar de niño a adulto.

Finalmente están las siempre bien posicionadas canciones románticas, sean salsas o baladas. ¿Quién no le dedicó una canción a su enamorada? ¿Quién no bailó abrazado a ella mientras le susurraba la letra al oído? Creo que todos, o bueno, casi todos. Pero, si se termina el amor, esas mismas canciones que te hacían soñar, ahora se encargan de demenuzarte lenta y despiadadamente el corazón.

Hay otras que nunca habías escuchado con ella, pero que te recuerdan tanto esos momentos inolvidables que quisieras olvidar. Es una tortura consentida y voluntaria, prendes la radio que siempre está en el dial de las baladas románticas y, tranquilamente, te sientas a empezar con el martirio, mientra escuchas a José José explicándote qué triste te fue decir adiós cuando más se adoraban, o a Camilo Sesto pidiendo perdón infinitamente, en tu nombre.

¿Por qué lo hacemos? Es nuestra naturaleza, somos indefectiblemente humanos, masoquistas compulsivos. Y es que cada quien compone la banda sonora de la historia de su vida. ¿Cuál es la tuya?